martes, 4 de septiembre de 2007

La mediación de Chávez en la crisis colombiana

La prensa colombiana afirma que si no hay intercambio humanitario con el apoyo de Hugo Chávez, entre la guerrilla y el gobierno de Alvaro Uribe, será muy difícil verlo en la actual administración. Publicado en Revista La Semana
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LA HORA DEL PRAGMATISMO

Los gobiernos de Hugo Chávez y Alvaro Uribe simbolizan los dos modelos político y económico que están enfrentados en Sudamérica, pero pareciera ser que el tema energético y de infraestructura, de enorme importancia hoy en la dinámica sudamericana, está ayudando a que Colombia y Venezuela piensen sus relaciones con un poco más de pragmatismo.
Los últimos acontecimientos ponen en evidencia que por encima de las divergencias entre los dos grandes antagonistas de esos modelos, Caracas y Bogotá son capaces de llegar a acuerdos para el manejo de temas que han estado planteados desde hace mucho tiempo atrás en la relación binacional.
En los años 90 Colombia y Venezuela fijaron una serie de mecanismos y definieron prioridades en la agenda binacional, pero dichos propósitos sufrieron interferencias, primero por el problema de la delimitación limítrofe entre los dos países -tanto terrestre como marítima- y luego por la influencia creciente que adquirió el proceso guerrillero en Colombia.
En la última década del siglo pasado, el comercio y el entrecruzamiento de las economías logró "desgolsificar" las relaciones (los dos países mantienen una controversia sobre sus límites de la frontera marina y submarina en aguas del Golfo de Venezuela, en la zona de la alta Guajira, extremo norte de Suramérica, lo que en 1987 estuvo a punto de causar un grave incidente entre navíos de guerra de ambas naciones), pero a comienzos del año 2000 retornó la tensión tanto en el gobierno de Pastrana como en los primeros años del gobierno de Uribe.
Una tensión entre dos modelos antagónicos que se retroalimentó por temores recíprocos. En el caso venezolano por el alcance de la presencia e injerencia de Estados Unidos en el conflicto colombiano. Y, por el lado de Bogotá, el temor del acercamiento indebido de Venezuela a los grupos irregulares debido a una afinidad ideológica y la sospecha de que el régimen de Chávez sirviera de punto de apoyo para sus ofensivas.
El conflicto por el caso Granda fue una especie de divisoria de aguas (el "canciller" de la Farc, Rodrigo Grande, fue excarcelado por el gobierno de Uribe luego de una gestión mediadora del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy) en la relación de Colombia y Venezuela. De alguna manera los dos países pusieron todas sus cartas sobre la mesa hasta el límite que toleraban la intervención del otro lado. Traspasar ese límite -demuestra la experiencia internacional-convierte los temores en amenazas. Para Venezuela era inaceptable la aplicación extra territorial que Uribe hacía de la política de seguridad democrática que por encima de los mecanismos venezolanos arrestaba a un líder de las FARC y para Colombia era inaceptable que ese líder de las FARC, por su sola condición de tal, tuviera nacionalidad y condiciones favorables, pese a que no cumplía ni siquiera los requisitos para optar por esa situación que tenía en ese momento.
Lo que parece claro es que los costos y los límites que cada país vio respecto al otro llevaron a Venezuela y Colombia a ver que la relación tiene no solo esa relación conflictiva sino también una enorme cantidad de oportunidades. Desde esa perspectiva, los cinco temas energéticos que están en la agenda colombo-venezolana, podrían abrir la perspectiva de que los dos países se conviertan en socios estratégicos pese a las divergencias políticas. De alguna manera podríamos estar asistiendo a lo que en su momento vivieron Argentina y Chile, países que estuvieron enemistados por décadas debido a su conflicto territorial, pero los acuerdos de conexión interoceánica y los acuerdos energéticos, pusieron la relación en otro terreno en el que los dos países se jugaban sustancialmente intereses importantes. De consolidarse esa perspectiva estaríamos, no ante la solución de todos los problemas entre Colombia y Venezuela, que comparten una larga frontera, pero por lo menos llegar a la aplicación de mecanismos que permitan la tramitación oportuna y cooperativa de sus temas conflictivos y además el avance de una agenda positiva centradas en temas energéticos y de infraestructura que benefician mutuamente a los dos países.

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