Como era de prever, los políticos occidentales (la mayoría) aprendices de brujo que apoyaron hace poco con entusiasmo ciego la última fase del desmembramiento de Serbia y la independencia de Kosovo no han tardado en ser testigos de las primeras (que no últimas, probablemente) consecuencias de su irresponsabilidad: los surosetios consideran que si se pueden modificar las fronteras sobre una base étnica en los Balcanes, ¿por qué no en el Cáucaso? Análisis en El País
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