
En los ocho años de mandato que están a punto de concluir, la administración de George W. Bush ha probado cierta maestría -por encima a la que se suele asignar con los políticos exitosos- en camuflaje y mentira. Es lo que ahora comienza a revelarse en su real magnitud y que constituirá la herencia -tóxica- que recibirá Barack Obama. Análisis de Oscar R. Cardoso en Clarín
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