lunes, 26 de febrero de 2007

EL FIN DE UNA ILUSIÓN


En 2004 la visita a América latina del presidente de China, Hu Jintao, abrió enormes expectativas ante la posibilidad de que el gigantesco mercado asiático se convirtiera en un "maná de oro" para las exportaciones de productos de la región. A lo que se sumaban prometidas inversiones en países como
Argentina y Brasil. Pero ni uno ni lo otro aconteció. Los chinos siguen invadiendo el mercado latinoamericano con sus productos y las compras que realizan están lejos de lo prometido. Tampoco las inversiones han sido relevantes. En este análisis del diario brasileño O'Estado do Sao Paulo se examina esta relación.

Nota:

Se van transformando en frustraciones las grandes esperanzas que gobernantes latinoamericanos depositaron en el estrechamiento de las relaciones económicas con China, de las cuales se esperaban grandes saldos comerciales en miles de millones de dólares. Gobiernos como los de Brasil y Argentina, obnubilados por las ganancias comerciales que imaginaban fáciles y rápidas, apresuradamente reconocieron a China como economía de mercado, para lo cual recurrieron a la utilización de mecanismos de defensa contra prácticas comerciales desleales y pavimentaron el camino para la aceptación de aquel país como miembro de la OMC. El gobierno de Lula también cometió un grave error al imaginar que China sería un “socio estratégico” de Brasil y apoyaría su política tercer mundista. La realidad de la relación con los chinos ha sido, sin embargo, muy diferente a la imaginada por esos gobiernos.

El extraordinario crecimiento de su economía, que se mantiene, y el gigantismo de su población, transformaron a China en uno de los principales consumidores mundiales de materias primas, energía y alimentos. En algunos ítems, hace bastante tiempo el país asiático se convirtió en principal importador mundial. La América latina pretendía transformarse en un gran abastecedor de ese mercado de apetito aparentemente inagotable.

En 2004, cuando esa era una visión predominante entre los dirigentes latinoamericanos, el presidente Lula visitó Pequín y, algunos meses después, recibió en Brasilia al presidente de China, Hu Jintao. Fue en esos encuentros que China obtuvo de Brasil el reconocimiento como economía de mercado. De Brasilia, Hu Jintao siguió a Buenos Aires, donde también obtuvo dicho reconocimiento del gobierno de Néstor Kirchner.

En la lógica que manejaban las diplomacias de Buenos Aires y Brasilia, la contrapartida sería el aumento de las importaciones chinas de productos fabricados por los socios latinoamericanos y las inversiones en infraestructura en Brasil y en Argentina. La realidad es que los chinos continúan comprando productos brasileños y argentinos, pero ahora su interés en algunos rubros está disminuyendo. En cuanto a las inversiones, han sido bastante menores a lo que se prometieron. Las cifras muestran que, en los últimos años, lo que más modificó la relación entre América latina y China fue la fantástica expansión de las exportaciones chinas a la región.

En 2003, gracias a las exportaciones de mineral de hierro, Brasil registró un superávit comercial de 2,2 billones (2.200 millones) de dólares con China. En 2007, las previsiones son que habrá un déficit, inicialmente previsto en 500 millones de dólares, pero tendrá que ser revisado, por un probable aumento, en los próximos meses.

Por una situación semejante atraviesa Argentina. Su saldo comercial con China, de 1,8 billones (1.800 millones) de dólares en 2003, cayó a 523 millones en 2006, como mostró un reportaje del diario Valor, sobre la base de datos de la empresa consultora abeceb.com. En 2006, las exportaciones argentinas a China aumentaron 10 %, pero más importante fueron las importaciones de productos chinos, que crecieron un 39 %.

Un crecimiento más rápido de las ventas chinas que las de Argentina debe mantenerse en el futuro próximo, dado que las exportaciones de China se basan en productos manufacturados, que tienen una creciente demanda debido al crecimiento de la economía de Argentina mientras las exportaciones del país sudamericano pierden valor.

El producto argentino cuyas exportaciones crecieron más en 2006 fue el petróleo. Por causa de la crisis energética del país, tiende a disminuir el excedente de petróleo que puede ser exportado. El año pasado, las exportaciones argentinas que más disminuyeron fueron la soja y el aceite de soja porque China quiere producir internamente aceite y no se interesa más por el producto procesado.

También Chile convive con un crecimiento notable de las importaciones de productos chinos. Aunque aumentó sus ventas a China en 252 % entre 2003 y 2006, gracias al cobre, el país más al sur del continente pasará a registrar, en 2007 o 2008, un déficit en la balanza bilateral. Más eso no es problema para Chile, que escogió el camino de apertura comercial para crecer y usufructuar de los productos chinos a bajo precio.

Difícil es la situación de los gobiernos que hicieron concesiones generosas al gobierno de Beijing a la espera de una retribución que no ven hasta ahora y tal vez nunca verán. Al final, China no está preocupada de las generosidades, sino que sólo de defender bien sus intereses.

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