lunes, 26 de febrero de 2007

LA AMENAZA NUCLEAR DE LOS AYATOLLÁS


Delegados de Estados_Unidos, Rusia, China, y tres países europeos resolvieron este lunes comenzar a discutir un proyecto de resolución de Naciones Unidas para condenar a Irán por su controvertido programa nuclear.

En la siguiente nota se analiza el contexto en que se produce este nuevo escenario ante el desafío del régimen de Teherán:


Dos días antes de Navidad, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dio un plazo de 60 días para que Irán atendiera a tres exigencias: paralizar su programa de enriquecimiento de uranio, interrumpir los proyectos de agua pesada y comenzar a cooperar con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El plazo venció el 21 de febrero pasado y la respuesta iraní fue renovar el desafío: en lugar de congelar, Irán aceleró el programa nuclear, de acuerdo con un informe del OIEA. Además se instalaron 326 máquinas centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio en los subterráneos de la fábrica de Natanz, elevando a 700 el total en funcionamiento. Cuando esté completamente equipada, Natanz tendrá 3.000 centrífugas y producirá material suficiente para fabricar una bomba nuclear por año. La ambición de los ayatollas es llegar a 54.000 centrífugas. Con tantas máquinas, Irán tendría lo necesario para montar veinte bombas nucleares por año.

La idea de un arsenal nuclear en manos del presidente Mahmud Ahmadinejad asusta. Mezcla de fanático religioso y populista, el presidente iraní no parecer ser del tipo que vacilaría en apretar el gatillo nuclear. ¿Cómo la comunidad internacional debe reaccionar ante la intransigencia iraní? Los Estados Unidos y sus aliados europeos anunciaron la intención de recurrir a la ONU con una propuesta de nuevas sanciones internacionales. Un paso diplomático obvio, pero fútil. “Irán no va a retroceder un solo paso en su proyecto nuclear”, aseguró Ahmadinejad la semana pasada. Aunque disponga de uranio, es complicado construir un artefacto nuclear operaciones. Los técnicos pesimistas creen que los ayatollahs pueden probar la primera bomba dentro de tres años. Los israelíes estiman la demora en seis años. En todo caso, es un período breve.

El gobierno de Teherán sostiene que sus esfuerzos nucleares son pacíficos. Oficialmente, el uranio será enriquecido a apenas 5 %, potencia suficiente para accionar las usinas generadoras de energía eléctrica, pero bien abajo del 90 % exigido para armar una bomba. Pero la tecnología empleada en ambos casos es la misma y el programa nuclear iraní está bajo sospecha desde el comienzo. Su existencia se mantuvo en secreto durante dieciocho años, hasta ser denunciado por los disidentes en 2002. Por la retórica del presidente iraní, un blanco prioritario de ataque nuclear podría ser Israel. Él ya dijo que basta una bomba para barrer al Estado judío del mapa. Los israelíes, sin embargo, son difíciles de derrotar. Tienen su propio arsenal nuclear y tomarían represalias de un modo arrasador. Los pequeños países del Golfo Pérsico están convencidos de que estarán entre los primeros blancos de un ataque iraní y se preparan para eso.

“Ellos temen la expansión de la ideología iraní de la revolución islámica y por eso están detrás de armamentos y tecnología para enfrentarla”, dice el estadounidense Ilan Berman, especialista en seguridad regional del Consejo Americana de Política Exterior, en Washington.

Generalmente discretos en asuntos militares, los países del Golfo se están armando a las claras. Arabia Saudita, Kuwait, Omán y los Emiratos Árabes Unidos deben gastar 60 mil millones de dólares en armas sólo este año. En septiembre del año pasado, Egipto anunció planes para adquirir tres reactores con el propósito de retomar un programa de energía nuclear estancado desde los años 60. Arabia Saudita puede entrar como socio del proyecto egipcio y estudia su propio programa nuclear. Un factor que empuja la carrera por las armas convencionales y nucleares es la división étnica y política en el Oriente Medio. Irán es un país persa y chiíta, con ambiciones de hegemonía en la región. Egipto y Arabia Saudita son árabes y sunnitas, rama mayoritaria del Islam. “Esos países no quieren caer al tercer lugar en la línea de poder de la región, después de Israel, que ya tienen bomba nuclear, y de Irán”, dice el norteamericano Sammy Salama, analista de Oriente Medio del Centro para Estudios de No Proliferación, de Monterrey, en California.

La facilidad con que los ayatollas se están preparando para entrar al club de las potencias nucleares es un golpe fatal al tratado contra la proliferación nuclear que funcionó bien durante la Guerra Fría. En un abrir de ojos, India, Paquistan y hasta Corea del Norte, país que ni siquiera consigue alimentar a sus habitantes, exhiben arsenales atómicos. Una bomba iraní abriría de par en par las puertas de la proliferación, sobre todo porque parte de la tecnología puede ser comprada en el mercado negro. De esa forma, los ayatollas colocan un nuevo hilo en una madeja de dimensiones globales. Los americanos pueden perfectamente atacar las instalaciones nucleares iraníes y acabar con la amenaza en la fuente misma. El reciente envío de una segunda flota a la región del Golfo Pérsico refuerza la idea de que los planes de ataque están listos. Es dudoso, sin embargo, que Washington tenga ánimo para embarcarse en una empresa militar de esa magnitud antes de librarse del lío en que está metido en Irak y Afganistán.

Otra complicación para Washington sería encontrar aliados para una nueva guerra en Oriente Medio. Por falta de opción, los países árabes del Golfo Pérsico ayudarían. Los rusos crearían problemas. En este momento están furiosos porque los americanos quieren instalar sistemas antimisiles en Polonia y en República Checa (oficialmente para defender a Europa de los misiles iraníes). Moscú que considera que es una provocación y una amenaza apuntar misiles nucleares a Europa, en una reedición recalentada de la Guerra Fría. En la semana pasada, el primer ministro inglés Tony Blair, que dejará en breve el cargo, anunció planes para retirar 1.600 de los 7.100 soldados ingleses en Irak. Es un intento por dejar un legado más agradable al electorado. El miércoles 21, el primer ministro italiano Romano Prodi renunció después de ver derrotada su política exterior en el Parlamento. Dos puntos estaban en discusión: las tropas italianas en Afganistán y la ampliación de la base militar americana en Vicenza, en el norte de Italia. De Vicenza pueden partir ataques aéreos contra el Oriente Medio. Algunos diputados están en contra de la política de Bush, otros temen atraer ataques terroristas islámicos para Italia. El enemigo común de los americanos y europeos debería ser Irán y el fanatismo islámico, pero la guerra en Irak puso todo patas para arriba.

Hallaron armas químicas en Irak

No es exactamente lo que los Estados Unidos procuraban cuando invadieron Irak, en 2003. Pero, al final, encontraron armas químicas en el país. Nada que ver con el arsenal sofisticado citado como justificativo para derrocar a Saddam Hussein. Son armas rudimentarias, improvisadas por las milicias empeñadas en masacrar a miembros de etnias rivales y atacar a las tropas norteamericanas. En la semana pasada, los Estados Unidos descubrieron, en la ciudad de Karma, a 40 kilómetros de Bagdad, una fábrica clandestina de armas químicas y carros bomba en que había cilindros de cloro y tanques de gas propano. En el último mes, hubo tres atentados con camiones cargados de gas cloro, matando a 23 civiles y dejando más de 200 heridos o envenenados. El gas cloro es extremadamente tóxico y fue usado por las tropas alemanas contra las inglesas en la 1ª Guerra Mundial. Irrita la piel y los ojos y si es inhalado en alta concentración, causa quemaduras interna y puede matar. Los autores de los atentados han utilizado el gas en una forma poco eficiente. Ellos queman parte del cloro. Para matar más gente, bastaría que abriesen las latas y dejasen que el gas se esparciera con el viento. Los insurgentes están cambiando sus tácticas, pero la estrategia continúa siendo la misma. “Ellos no quieren sólo matar. Quieren difundir el miedo en la sociedad iraquí”, dice Wayne White, ex vicedirector del Escritorio de Inteligencia de Oriente Medio del Departamento de Estado americano. Según White, el gas cloro es fácil de fabricar, pero difícil de difundir en una forma que sea altamente letal. El efecto psicológico de difundir el pánico, sin embargo, es el mismo.
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